sábado, 21 de noviembre de 2009

Los versos son como las aves

La poesía se vistió con rostro discreto y tocó mi puerta. Literalmente golpeó la aldaba de mi casa y me lanzó a ráfagas décimas que denunciaban a un hombre enriquecido por el verso, por un lirismo crudo y delicado nacido de una inspiración espontánea, con no sé que misterio.

El rostro es el del poeta; los versos son de la desbocada creación de Humberto Arencibia, un personaje delgaducho y descuidado que trae a cuesta sus poemas en una jaba de naylon; su apariencia recuerda esa anécdota del Astrónomo, en el “Pequeño Príncipe” de Saint Exusperi, que no convenció de su descubrimiento porque su ropa no clasificaba entre los convencionales trajes de los congresos.

La poesía lo sorprende con insistencia, y por eso va Arencibia componiendo por las calles, constantemente recita lo que su cabeza le dicta; la inspiración se ha convertido en este hombre en un repetitivo ciclo de inhalar y exhalar sus décimas. La metáfora, los símiles y la más sorprendente musicalidad aparecen como moléculas de oxígenos para alimentar el alma impaciente de Humberto.

Hoy llegó a mi puerta y me pidió un trago de café… puse la cafetera en la hornilla eléctrica y mientras tanto, una vez más, descargó en mi “las veces que ha entregado sus versos para “La Ácana”; que “era la única propuesta del municipio de Céspedes”… “le seleccionaron su libro con poemas dedicados a los niños; a él se lo prometieron, le dijeron que sí, que su obra tiene valor y que se lo iban a publicar”…

Otra vez me cuenta que “hace dos años pidió de favor a tanta gente y, al fin, en una computadora le pasaron la enorme lista de versos que estaban guardados”… “tuvo que seleccionar entre bultos y más bultos de hojas escritas a manos, con lápices o bolígrafos”… “imagínate, él no tiene quien lo ayude como hace falta para publicar en una editorial”…. “¿Y con estas ropas, verdad?”… y esta facha de limpiador de muebles ¿Qué tú crees, será eso?”

Arencibia, siente que sus versos se abochornan con estas otras palabras y tantas quejas que nada tienen que ver con la lírica y la poesía…se pregunta cómo es posible que le pase eso a él que “ha enviado muchísimas al Comité Central, porque le ha hecho décimas a los CINCO, a Celia, a Vilma, a Fidel”… y “siempre me han contestado y … esta foto del Comandante, que aquí ves, me la mandaron de allá, de La Habana, que agradecen mis poemas y me contestan…” y “mira, cuántos diplomas y premios en los festivales y concursos del taller literario”… “¿Te das cuenta?”.

La cafetera anunció la colada y con distinción le traje el café en una taza con su platillo… Arencibia hoy escogió la mejor de sus camisas, al menos a mí me pareció muy linda… lo miré más elegante que nunca…ya he dejado de verlo con apariencia de loco, (confieso haberlo creído un hombre trastocado con la rima); pero, como el primer día, lo sigo escuchando y entregándole mi amistad porque sé que le hace bien. Hoy me ha dicho que me escribió algunos poemas.

Se despide, como de costumbre, recitándome lo que ya tiene a punta de lengua y, cuando me dice adiós, comprendo que volverá mañana, y siempre, porque un poeta no sólo le es menester dar riendas a su inspiración; precisa, además, oídos que lo escuchen y alma ajena que lo reciba; pues, Los versos son como las aves: necesitan rumbo para consignar su vuelo.

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