domingo, 20 de diciembre de 2009

Transparencia democrática no es sólo cuestión de cristales

Hace unos años visité Berlín, la atractiva metrópoli que alberga a cerca de tres millones y medios de habitantes. Una urbe de películas, con sirenas insistentes de policías y ambulancias, grandes lumínicos y altísimos edificios futuristas… ciudad ajetreada e increíblemente hermosa.

En tanta modernidad se alza majestuosa la Puerta de Brandeburgo, severo encanto de la Alemania prusiana, y, muy próximo, el histórico edificio del Reichstag que construido en 1894 representa tanto el pasado como el presente; es desde el verano de 1999 sede del bundestag : 163 diputados del parlamento que sesionan en representación de los 16 estados federados.

La antigua edificación fue testigo de la abdicación de Guillermo II, último emperador de la monarquía prusiana, y de la proclamación de la República por el social demócrata Philipp Sheideman. Desde esta propia sede Hitler pone en escena el estado fascista y decide, con la invasión de Polonia, el inicio de la I I Guerra Mundial.

Ahora el Reichstag es mucho más famoso por su transitable cúpula de vidrio y acero, impresionante construcción moderna, en la cima del clásico edificio, que le sirve a los alemanes del gobierno, desde el punto de vista de la visibilidad que le otorga los cristales, para simbolizar una democracia transparente que consiste en una posibilidad para turistas extranjeros y nacionales de observar la labor legislativa en un ambiente tranquilizador, resultante del color violeta que predomina en la sala.

Desde el techo del Reichstag es posible ver a los actores decisivos en sus debates políticos, sentados en el plenario donde majestuosamente los abraza el águila federal, símbolo del estado. Desde esa altura es también fácil percibir las marcas del Muro que por 28 años mantuvo la ciudad dividida en oriental y occidental.

Aunque,las huellas a las que me refiero, no son precisamente las del segmento de concreto que separó en prolongado tiempo a dos Alemania con dos sistemas políticos diferentes; hablo que desde el propio Reichstag es posible sentir la persistencia del Muro en las cabezas de los alemanes reunificados: una tapia invisible que separa ahora a los berlineses de arriba y abajo; por la brecha entre ricos y pobres.

Jóvenes de los barrios obreros, y en aquellos con un alto porcentaje de extranjeros, continúan sin tener chances; mientras que “nuevos ricos” no pueden renunciar a tener un apartamento en el centro comercial de la plaza Potsdamer Platz donde la elite de arquitectos internacionales ha construido edificios con techos de vidrios que de noche la hacen brillar como un OVNI, aunque de día ofrezca una terrenal imagen de artistas “por libre cuenta” que pasan el “cepillo” luego de expresar un arte por amor a la subsistencia.

Por eso digo, que la transparencia de la democracia no está sólo en los cristales, es más bien cuestión de prisma, dejar que la luz incida en cada una de sus caras para poder ver la gama de colores y matices que tiene la verdad de una nación.

El escritor alemán Teodoro Fontane aseguró que “Ante Dios, todos los seres humanos son berlineses”, quizás por eso mismo el expresidente de los EU John Kennedy un día de euforia expresó ser un berlinés… después de conocer la Alemania desarrolladísima del primer mundo yo me sentí más orgullosa de ser cubana, aunque Dios me retire entonces la condición de humana.

Y si hoy evoco estas apreciaciones que guardé en mi memoria, cuando visité en el 2006 a Alemania, y que el seguimiento a las noticias me las refrenda, fue por el hecho de que esta mañana inició el parlamento cubano un examen de los lineamientos económicos-sociales y el presupuesto del Estado para el 2010, cuyos proyectos ya fueron discutidos previamente por los diputados de todo el país y sus debates publicados por los medios nacionales de prensa.

Hombres y mujeres, salidos de los barrios, de las fábricas, escuelas, instituciones; en composición de edades, sexo, color de la piel, profesiones y oficios ha de garantizar ver los asuntos desde un punto de análisis diverso, con experiencias y conocimientos diferentes. De manera que la transparencia en la democracia cubana no tenga que ver solo con el trasluz que provoquen los cristales del Palacio de Convecciones, sino con la limpieza y claridad de objetivos comunes que permitan un ejercicio legislativo en función del derecho de todo el pueblo cubano.

En esta verdad confío, y seguiré atenta a las sesiones de la Asamblea Nacional del Poder Popular en Cuba… para luego evaluar desde un prisma propio el futuro del país.

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