martes, 9 de marzo de 2010

La verdad está en el alma

Siento ahora la necesidad de una imagen para publicar este escrito periodístico; quiero decir, una fotografía con una moderna cámara digital. Sin embargo… en mi memoria está exacto, invariable… negrísimo como él sólo, gordo de la cabeza a los pies, y en las manos una inmensa jaba de guano. Cristóbal Bartelemí es el periodista más periodista que he conocido en toda mi vida.

Nunca fue a la universidad, no sé si logró vencer más que las cuatro operaciones matemáticas, la lectura y el dominio del abecedario. Bueno, se daba el lujo de omitir las eses, de cambiar la e por la i cuando se anunciaba desde el Circulo Infantil “Miñiqui”, y reportaba siempre desde el municipio “Cepedes” para Radio Florida o para la estación provincial de “Cadena Agramante”.

Bartelemí, había nacido para periodista aunque las oportunidades de su época le permitieran sólo ser operario de trenes. Subido a una locomotora pasaba por los distritos y brigadas cañeras de los dos centrales azucareros de ese territorio camagüeyano… entonces cogía los teléfonos de magneto, y le daba a la manigueta hasta que el locutor de la cabina le ponía su voz al aire… el negro creaba un ambiente místico y teatral, pero, para todo el mundo “Critobal” informaba desde el móvil número uno.

Su apasionamiento por la noticia permitía a los habitantes de su pueblo de Céspedes, estar al tanto de las arrobas de cañas que se cortaban en los campos o las toneladas de azúcar que fabricaban en las industrias. Los datos y las cifras, dichas por él, significaban una esperanza de vida, pues, en la zafra estaba la principal fuente de ingreso del mayor número de familias.

Su desempeño como corresponsal voluntario para la emisora de radio del vecino municipio de Florida, también en la provincia camagüeyana, trascendía del entorno azucarero; fíjense bien: Bartelemí nunca fue un asalariado de la prensa.

Él llegaba al edificio del gobierno, a la empresa de la gastronomía, a las sedes de las organizaciones de masas, a las instituciones de la salud o de la educación… reportaba desde allí el cumplimiento de los planes, la realización de tareas… y felicitaba a todo el que le parecía que estaba haciendo un importante esfuerzo para que avanzara la Revolución Cubana; ésa en la que creyó desde sus épicas batallas y a la que estuvo incorporado, como soldado en armas, en la región oriental del país de donde provenía.

Todo el mundo lo esperaba con la noticia, era difícil para Francisco, el jefe de información, no colocar la voz de Cristóbal Bartelemí en el noticiero del día, a pesar de las indicaciones de la comisión de calidad que criticaba la ausencia de sus eses y los descalabros con las palabras de su idioma incultivado…

Muchas fueron las maldades que por cariño le hacía, detrás del teléfono, el colectivo de la emisora Radio Florida que ya lo consideraba, por su persistencia, como miembro real y efectivo. Recuerdo que un día le hicieron creer que estaba hablando con una contestadora automática y el amigo dejó un mensaje para risa de todos. ¡Claro que era con amor y con respeto!

Al principio hablé de su inmensa jaba de guano, de la que sacaba, para sorpresa de todos, una grabadora “Varadero” cuyas dimensiones excedían al de los más grandes radios portátiles de los años ochentas. Con estilo profesional, Bartelemí, apretaba el botón de grabar y preparaba increíblemente las entrevistas que luego trasmitiría acercándole el auricular del teléfono a la bocina del aparato.

Sobre sus ocurrencias periodísticas, son muchas las que también guardo invariables y exactas en mi memoria: recuerdo que a pesar que el único periódico de la provincia nunca le publicó algo, él iba a los eventos y actividades con su cámara fotográfica, de una marca rusa, claro está.

Hay una anécdota muy graciosa sobre un dirigente partidista que había visto a Bartelemí hacer fotos desde el suelo, desde la presidencia, o desde el centro de los participantes… usando lo más diversos planos y posiciones. Al terminar la asamblea, cuentan que el jefe llamó al reconocido reportero para pedirle de favor las imágenes… se dice que nunca antes había sudado tanto el negro, el que no encontraba palabra para confesar que la cámara jamás tuvo película fotográfica adentro.

Cuando me gradué en la Universidad de Oriente, e ingresé en el staff de periodistas de Radio Florida… supe primero que nada lo que significa la expresión popular “nadie es profeta en su pueblo”; yo nunca pude ser la periodista de Céspedes, de donde había nacido, pues donde quiera que llegaba con rigor profesional, tenía que recibir como palabras de bienvenida: “Ya le dimos la información a Bartelemí”.

Hace mucho quería escribir sobre este periodista de alma, el que amaba no solo a una profesión sino que sabía buscar dónde estaba la noticia, aunque después no tuviera el mejor de los discursos. Bartelemí, como les he contado, sabía sin ir a la academia, que en la información funciona una dramaturgia, un espectáculo… donde el efecto está dirigido a transportar al hombre y a la mujer a la realidad en la que viven, viéndose como protagonistas y actores de sus propias noticias.

La imagen de Bartelemí, la fotografía digital que me hubiese gustado colocar en este escrito, no podrá llegar a causa de su deceso físico, hace ya algunos años. Por eso he pretendido reconstruir su perfil, como suele decirse ahora en términos informáticos; aportar un retrato hablado para los que no le conocieron.

He tenido, además, el propósito, y espero haberlo logrado, de rescatar una enseñanza para los que se inician en la labor periodística: no importan las tecnologías y sus disponibilidades, no determinan los conocimientos ni las herramientas teóricas, siempre y cuando, como condición primaria, haya don, palpitaciones y sensibilidad natural para hacer del periodismo una vocación y un oficio desde el alma.

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