viernes, 16 de julio de 2010

Es evidente la necesidad de un cambio




Donde el Marabú y la Zarza Reina campeaban por su respeto, llegó Alberto Sanabria Morejón con su machete y la guataca y plantó la tierra. Él sabe que cultivar  es  una tarea para hombres con vergüenza. Por eso decidió labrar en ese lugar al que nadie había llegado, a pesar de que más fácil hubiera sido multiplicar sus potreros en los que con sólo 20 vacas en ordeños ya le dan ganancias suficientes. Fíjese que sus ingresos, por sólo entregar leche a la industria, rondan los cien pesos diarios.

Entonces, Sanabria, no se ha conformado con esperar a que del cielo le caiga la lluvia, ni siquiera le bastó un pozo, desanduvo entre las malezas y descubrió que de alguna parte decantaba el agua y resolvió  desviarle el cause para regar sus sembrados. Allí prospera con vitalidad el plátano, la yuca, 17 variedades de boniatos, calabaza;  aprovecha el área intercalando los sembrados y  no desestima las buenas experiencias de otros.

Algo más de una caballería ha puesto en producción este hombre al que por sus resultados y en virtud de la existencia de un decreto ley que establece la entrega de tierras ociosas para hacerla producir, la comisión  agroalimentaria, en el municipio de Florida, (provincia de Camagüey), le permitió ampliarse en el dominio de sus tierras.

Es que el que siembra, frutos acopia y, también, recoge el reconocimiento y el respeto de todos los hombres que le rodean. Por eso lo he traído hoy a mi blog, donde le hago reverencias con mi tintero.

Pero, no es esa la única razón por la que les presento a este hombre, hay una segunda intensión: es que  cuando veo que  de manera individual unos cuantos, como Sanabria, ponen a producir la tierra y exhiben en sus terrenos cultivos prometedores, me parece incomprensible que  la mayoría de las veces los mercados de esta ciudad  están  desabastecidos.
Mas comprobar por sí mismo que NO todos los que en Florida  tienen que cumplir con los compromisos de siembra lo hacen con igual dedicación, nos parece encontrar  la  respuesta. A eso también los quiero traer a mi publicación para mostrarles a ustedes dos caras de una misma moneda. Compartiré, también por esta razón,  mis experiencias entre los surcos y los sembrados, donde el calor agota y el sol se vuelve inquebrantable.


La cooperativa  agropecuaria Abel Santamaría, que es otra forma de producción de la tierra en Cuba de manera privada,  aparece en los balances del gobierno local como cumplidora de sus planes de siembra, lo que visto así pudiera ser una carta de triunfo; pero  si a los cultivos que tiene hoy plantados, y que yo vi con mis ojos,  no  le ofrece la atención cultural que merecen, los rendimientos y la  productividad del trabajo caerán en la nada.

Esta cooperativa  tiene como objeto económico principal la siembra de caña, renglón donde avanzan bien. Pero  conciente de la necesidad de diversificar su economía, para alimentar a sus trabajadores y aportar al mercado colectivo, han dedicado cuatro fincas a los cultivos varios. Una de ellas es “La deseada”, sitio exacto de donde les hablo.

Los miembros de la junta directiva de esta unidad productora  me  aseguraron, ante mi alarmante impaciencia al ver los deprimidos platanales,  que no todos los resultados son parecidos a los que encontré en ésta más bien indeseada hacienda. Me hablaron de las vicisitudes para encontrar fuerza de trabajo interesada en las labores del campo, y de algunos descuidos injustificados que ellos se proponen enmendar.

Parecen convincentes estos hombres pero, si no le aplican las actividades agrotécnicas a las 18 hectáreas de plátano, y si no reconsideran la siembra del boniato, que peligra perderse entre la hierba, no les será posible complacerse con buenos rendimientos en la recolección.

Confieso que me apasiono cuando el tema de la producción y la agricultura  me vienen a la cabeza, y suelo buscar y hacer análisis en las causas. Es cierto que nuestra localidad posee  suelos con características secanos y que en Florida las lluvias son aún en esta etapa del año insignificante, tal que los embalses y presas solo están en el 20 por ciento de su capacidad de llenado.

Por otra parte veo que con frecuencia las personas abordan que los salarios de la agricultura no son estimulantes, pero fíjense, en esta cooperativa, donde  los resultados no son los mejores, el salario promedio de sus trabajadores no baja de los 800 pesos mensuales, casi el doble de lo que devenga esta periodista. Por eso fue que primero les hablé del campesino Alberto Sanabria, quien se guarda en sus bolsillos cada mes tres o cuatro  veces el salario promedio del cubano.

No basta conque unos cuantos recojan frutos, y perciban el mejor de los salarios; el asunto radica en que todos los que decidan mirar hacia la tierra lo hagan conciente de que el mercado y el abastecimiento de su pueblo son  el destino final de su labor.

La esencia del problema ya la dijo públicamente, Raúl Castro, el Presidente de la República. La solución está en trabajar duro, en virarnos para la tierra y hacerla producir; sólo así  Cuba vivirá  a pesar del bloqueo y podrá complacer la  voluntad expresa de los “de afuera” que  aspiran para nosotros  un cambio.

En eso coincidimos todos. Es evidente que queremos y necesitamos cambiar la  actitud ante el trabajo y el esfuerzo diario. ¿Cómo, si no, crear entonces los bienes materiales y de consumo que necesita nuestro  pueblo?

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