domingo, 14 de marzo de 2010

La prensa es otra cuando se tiene en frente el enemigo

El 14 de marzo de 1892 el apóstol del pensamiento y la acción revolucionarios en la Isla de Cuba, funda Patria, un periódico cuyo nombre no daba margen a dudas en sus propósitos, y que nace “para juntar y amar, y para vivir en la pasión de la verdad”…


Caminos y Andares, hoy rinde homenaje a Patria y no puede pretender mejor palabra que la del propio Martí para decir lo que fue y sigue siendo el verbo de esa publicación y el de su autor en el periodismo Cubano.


Entonces, este blog reproduce la presentación que hiciera el maestro José Martí en Patria con el título “A nuestra prensa”.

Jamás  reposó,  en  Cuba  ni  afuera,  ni  en  Puerto  Rico*  reposó  jamás,
el  espíritu  que  con  el  principio  del  siglo  comenzó  a  batallar  por  la  independencia  antillana.  Jamás  han  faltado  al  ideal  de  la  independencia mantenedores  dignos  de  él.  Y  es  deber  nuestro  saludar,  como  compañeros  de  marcha,  a  nuestros  periódicos  constantes.

Una  es  la  prensa,  y  mayor  su  libertad,  cuando  en  la  república  segura se  contiende,  sin  más  escudo  que  ella,  por  defender  las  libertades  de los  que  las  invocan  para  violarlas,  de  los  que  hacen  de  ellas  mercancía, y  de  los  que  las  persiguen  como  enemigas  de  sus  privilegios  y  de  su autoridad.  Pero  la  prensa  es  otra  cuando  se  tiene  en  frente  el  enemigo. Entonces,  en  voz  baja,  se  pasa  la  señal.  Lo  que  el  enemigo  ha  de  oír, no  es  más  que  la  voz  de  ataque.

Eso  es  Patria  en  la  prensa.  Es  un  soldado.  Para  el  adversario  mismo será  parco  de  respuestas,  y  en  vano  se  le  querrá  atraer  a  escaramuzas inútiles  porque  cada  línea  de  los  periódicos  de  la  libertad  es  indispensable para  fundarla:  aún  el  adversario  hallará  en  nosotros  más  bálsamo  que acero.  El  arma  es  para  herir,  y  la  palabra  para  curar  las  heridas.  Pero en  nuestro  campo  no  reconocemos  adversario.  Nuestra  virtud  nos  escuda, y  nos  envolvemos  en  ella.

Esta  es,  pues,  nuestra  mano,  para  la  tarea  común.  Cuanto  nos  refina, y  nos  enseñe  reunidos,  eso  es  nuestro.  Cuanto  nos  enseñe  con  menos fuerza  de  la  que  tenemos  en  la  realidad,  cuanto  nos  muestre  entretenidos en  el  camino,  mientras  el  enemigo  refuerza  sus  trincheras,  eso  no  es nuestro.  Preferimos  juntar  las  fuerzas  con  que  hemos  de  sacar  de  sus trincheras  al  enemigo.

Con  cariño  de  hermano,  y  con  el  respeto  con  que  se  han  de  mover
a  esta  hora  solemne  de  creación  las  cosas  públicas,  nos  ponemos  al
lado  de  los  periódicos  que  mantienen  con  tesón  indómito,  y  con  sacrificio  y  desinterés,  la  independencia  de  la  patria.

Nota:
* Martí  fundó,  el  14  de  marzo  de  1892,  el  periódico  Patria,  como  vocero  de la  emigración  y  para  intensificar  la  campaña  de propaganda  revolucionaria  a  favor de  la  independencia  de  Cuba  y  Puerto  Rico.  Patria  se  publicó  hasta  terminarse la  guerra  de  independencia,  correspondiendo  el  último  número  al  31  de  diciembre de  1898. 
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martes, 9 de marzo de 2010

La verdad está en el alma

Siento ahora la necesidad de una imagen para publicar este escrito periodístico; quiero decir, una fotografía con una moderna cámara digital. Sin embargo… en mi memoria está exacto, invariable… negrísimo como él sólo, gordo de la cabeza a los pies, y en las manos una inmensa jaba de guano. Cristóbal Bartelemí es el periodista más periodista que he conocido en toda mi vida.

Nunca fue a la universidad, no sé si logró vencer más que las cuatro operaciones matemáticas, la lectura y el dominio del abecedario. Bueno, se daba el lujo de omitir las eses, de cambiar la e por la i cuando se anunciaba desde el Circulo Infantil “Miñiqui”, y reportaba siempre desde el municipio “Cepedes” para Radio Florida o para la estación provincial de “Cadena Agramante”.

Bartelemí, había nacido para periodista aunque las oportunidades de su época le permitieran sólo ser operario de trenes. Subido a una locomotora pasaba por los distritos y brigadas cañeras de los dos centrales azucareros de ese territorio camagüeyano… entonces cogía los teléfonos de magneto, y le daba a la manigueta hasta que el locutor de la cabina le ponía su voz al aire… el negro creaba un ambiente místico y teatral, pero, para todo el mundo “Critobal” informaba desde el móvil número uno.

Su apasionamiento por la noticia permitía a los habitantes de su pueblo de Céspedes, estar al tanto de las arrobas de cañas que se cortaban en los campos o las toneladas de azúcar que fabricaban en las industrias. Los datos y las cifras, dichas por él, significaban una esperanza de vida, pues, en la zafra estaba la principal fuente de ingreso del mayor número de familias.

Su desempeño como corresponsal voluntario para la emisora de radio del vecino municipio de Florida, también en la provincia camagüeyana, trascendía del entorno azucarero; fíjense bien: Bartelemí nunca fue un asalariado de la prensa.

Él llegaba al edificio del gobierno, a la empresa de la gastronomía, a las sedes de las organizaciones de masas, a las instituciones de la salud o de la educación… reportaba desde allí el cumplimiento de los planes, la realización de tareas… y felicitaba a todo el que le parecía que estaba haciendo un importante esfuerzo para que avanzara la Revolución Cubana; ésa en la que creyó desde sus épicas batallas y a la que estuvo incorporado, como soldado en armas, en la región oriental del país de donde provenía.

Todo el mundo lo esperaba con la noticia, era difícil para Francisco, el jefe de información, no colocar la voz de Cristóbal Bartelemí en el noticiero del día, a pesar de las indicaciones de la comisión de calidad que criticaba la ausencia de sus eses y los descalabros con las palabras de su idioma incultivado…

Muchas fueron las maldades que por cariño le hacía, detrás del teléfono, el colectivo de la emisora Radio Florida que ya lo consideraba, por su persistencia, como miembro real y efectivo. Recuerdo que un día le hicieron creer que estaba hablando con una contestadora automática y el amigo dejó un mensaje para risa de todos. ¡Claro que era con amor y con respeto!

Al principio hablé de su inmensa jaba de guano, de la que sacaba, para sorpresa de todos, una grabadora “Varadero” cuyas dimensiones excedían al de los más grandes radios portátiles de los años ochentas. Con estilo profesional, Bartelemí, apretaba el botón de grabar y preparaba increíblemente las entrevistas que luego trasmitiría acercándole el auricular del teléfono a la bocina del aparato.

Sobre sus ocurrencias periodísticas, son muchas las que también guardo invariables y exactas en mi memoria: recuerdo que a pesar que el único periódico de la provincia nunca le publicó algo, él iba a los eventos y actividades con su cámara fotográfica, de una marca rusa, claro está.

Hay una anécdota muy graciosa sobre un dirigente partidista que había visto a Bartelemí hacer fotos desde el suelo, desde la presidencia, o desde el centro de los participantes… usando lo más diversos planos y posiciones. Al terminar la asamblea, cuentan que el jefe llamó al reconocido reportero para pedirle de favor las imágenes… se dice que nunca antes había sudado tanto el negro, el que no encontraba palabra para confesar que la cámara jamás tuvo película fotográfica adentro.

Cuando me gradué en la Universidad de Oriente, e ingresé en el staff de periodistas de Radio Florida… supe primero que nada lo que significa la expresión popular “nadie es profeta en su pueblo”; yo nunca pude ser la periodista de Céspedes, de donde había nacido, pues donde quiera que llegaba con rigor profesional, tenía que recibir como palabras de bienvenida: “Ya le dimos la información a Bartelemí”.

Hace mucho quería escribir sobre este periodista de alma, el que amaba no solo a una profesión sino que sabía buscar dónde estaba la noticia, aunque después no tuviera el mejor de los discursos. Bartelemí, como les he contado, sabía sin ir a la academia, que en la información funciona una dramaturgia, un espectáculo… donde el efecto está dirigido a transportar al hombre y a la mujer a la realidad en la que viven, viéndose como protagonistas y actores de sus propias noticias.

La imagen de Bartelemí, la fotografía digital que me hubiese gustado colocar en este escrito, no podrá llegar a causa de su deceso físico, hace ya algunos años. Por eso he pretendido reconstruir su perfil, como suele decirse ahora en términos informáticos; aportar un retrato hablado para los que no le conocieron.

He tenido, además, el propósito, y espero haberlo logrado, de rescatar una enseñanza para los que se inician en la labor periodística: no importan las tecnologías y sus disponibilidades, no determinan los conocimientos ni las herramientas teóricas, siempre y cuando, como condición primaria, haya don, palpitaciones y sensibilidad natural para hacer del periodismo una vocación y un oficio desde el alma.
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domingo, 7 de marzo de 2010

LAS MUJERES RECLAMAMOS NUESTRO DERECHO A SABERNOS SUPERIOR

El hombre del siglo XXI, en Cuba, ha interiorizado tanto la igualdad plena de la mujer que ahora no le brinda el asiento en los ómnibus, ni le ofrece la mano para descender del mismo, pues ¡Eso querían, disfrutar los mismos derechos! Es como si la falta de cortesía significara reconocimiento de igualdades.

A la mujer se le grita y se le ofende, incluso con palabras descalificadas por las normas de la buena educación, ¿La causa es que nuestros oídos son semejantes al del menos elegante de los hombres?

He visto el gesto violento o la actitud desafiante a causa de un triunfo de mujer, no importa la lid; puede que hasta en el más simple combate de dominó. ¿Se sienten ellos iguales o no?

Un amigo, dado al oficio de escribir, llamó a mi teléfono para entrevistarme sobre las mujeres de mi época; quería establecer una comparación con las generaciones femeninas que me anteceden en el tiempo. Yo inmediatamente conversé sobre los derechos conquistados en la educación, la cultura…en las libertades plenas de las que hablaba Martí.

Pero superiores en el arte del reconocimiento hemos descendido en los halagos y los privilegios de un trato vigoroso y espléndido, dotado de singular excelencia por nuestros cohabitantes en materia de géneros.

Por fortuna siempre queda el varón pasado de época, el que se aferra a los convencionalismos de antaño…el que aún regala flores y usa discursos poéticos, o el tierno y romántico galán capaz de hacer que, más que igual, la mujer se sienta un ser SUPERIOR.

Reclamar derechos es parte de la historia de generaciones de mujeres, casi desde los albores del siglo XX. Queremos igualdad de participación, equivalencia en las oportunidades… pero nunca nadie dijo, en estos dos siglos, que renunciábamos a la cortesía y el trato distinguido como madres, amigas, hermanas, hijas o compañeras…

Las mujeres merecemos, como prerrogativa naturales, el respeto y el amor del hombre; el que en virtud de nosotras mismas goza del elemental derecho a la vida.
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