TUN TUN… el cartero notificó un envío desde Santiago de Cuba. Antes de las dos de la tarde debí estar en la puerta del correo.
Es pequeñito, pequeñito… me dijo el empleado. Es sólo 60 g-, añadió como para sugerir nimiedad y abrió la taquilla para sacar una diminuta cajita con mi nombre y dirección.
El valor será más que su peso, es un amigo que regresó de Asia- le expliqué y rompí con cuidado el adhesivo.
Una miss Vietnam venció la angostura de su estuche y asomó en otras dimensiones: inmensa, magnánima, inconfesable… danzando su típica indumentaria e invadiendo el espacio con el cascabeleo de sus aretes.
Un sobrero, de idéntico valor asiático, se apoderó también del aire, del sonido y hasta del espanto sorprendente de los que, anonadados, comprendíamos como nadie el espectáculo.
Bueno lo dijo Martí, la gloria del mundo cabe en un grano de maíz- comentó el empleado para explicarse lo evidente. Cierto, le respondí- Y la amistad no pierde grandeza aunque venga en centímetros cuadrados.
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Es pequeñito, pequeñito… me dijo el empleado. Es sólo 60 g-, añadió como para sugerir nimiedad y abrió la taquilla para sacar una diminuta cajita con mi nombre y dirección.
El valor será más que su peso, es un amigo que regresó de Asia- le expliqué y rompí con cuidado el adhesivo.
Una miss Vietnam venció la angostura de su estuche y asomó en otras dimensiones: inmensa, magnánima, inconfesable… danzando su típica indumentaria e invadiendo el espacio con el cascabeleo de sus aretes.
Un sobrero, de idéntico valor asiático, se apoderó también del aire, del sonido y hasta del espanto sorprendente de los que, anonadados, comprendíamos como nadie el espectáculo.
Bueno lo dijo Martí, la gloria del mundo cabe en un grano de maíz- comentó el empleado para explicarse lo evidente. Cierto, le respondí- Y la amistad no pierde grandeza aunque venga en centímetros cuadrados.