lunes, 8 de octubre de 2012

TRISTES CONFESIONES…

En mi casa guardo una medalla dorada de los juegos deportivos de los años 80 de la Universidad de Oriente, donde estudié la carrera de periodismo. Sin embargo, nunca se me ha ocurrido relacionar este premio dentro de mi currículo, y no lo haré jamás.   
La medalla de oro me fue otorgada  en aquella ocasión por mi participación en la competencia de ajedrez. Resulta que era un certamen competitivo de distintas disciplinas  que se hacía cada año y donde cada  facultad presentaba  a sus atletas y equipos;  en el caso del ajedrez se exigía que hubiese un total de siete tableros, y,  ahí en  la nómina de Artes y Letras cerrando la lista estaba mi nombre.
El equipo, y cada uno de sus miembros, recibió la presea dorada, entre ellos por supuesto yo, gracias al desempeño colectivo: pues, imagínense que ni siquiera hice una partida; el tablero contrario nunca se presentó y en su ausencia me declararon la victoria.
No recuerdo si el resto del equipo fue más o menos fuerte en sus partidas, si hubo mayor o menor resistencias en sus contrarios… lo cierto es que, en mi caso, les debo confesar públicamente, que del  ajedrez  lo más profundo que conocía era  la manera en que caminaban las piezas. En verdad había querido, suicidamente, lanzarme a completar el equipo para que mi facultad obtuviera  el derecho a competir.
Al final todos fuimos campeones, derribamos “aparentemente” a los contrincantes, que no debieron serlo  tanto, cualquier cuestionamiento es merecido,  a sabiendas de que mi medalla, al menos la mía, si me la hubieran entregada por el estoicismo y el sentido de pertenencia al grupo hubiera sido más digna aunque en vez de oro fuera de bronce.
Pero en la facultad todos estuvieron contentos por aquellos días, los jefes de la FEU, los estudiantes y también los profesores: éramos campeones de ajedrez en los juegos universitarios.
Como dije, nunca relaciono esta medalla en mi currículum vitae, sin embargo,  muchas veces lo tengo  presente cuando veo   premios, reconocimientos, halagos, nominaciones… que no significan una  condecoración justa a la calidad, o al talento, o al mejor desempeño.

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