Humberto es el nombre que le dieron en su nacimiento, pero, Guevara es el apellido que le viene desde los legados de la familia y de la historia. Experimentado periodista, conoce palmo a palmo cada rincón de los ingenios, enjuicia con propiedad de especialista los rendimientos, la eficiencia y habla del azúcar como si la sacarosa le corriera por las venas.
Cortó caña en la columna del centenario y muchas otras veces en trabajo voluntario compartió el oficio con el machete para luego entender mejor lo que escribía. Es difícil para los que le hemos acompañado por décadas de trabajo, no creerlo parte de ese mundo de cortes y moliendas. Tengo que admitir su acierto increíble en pronósticos y estadísticas azucareras, a pesar de que criticaba mi vehemencia y empeño por nombrar al “Carlos Manuel de Céspedes” como el Reloj Camagüeyano.
Permítanme hablarles de este hombre que con la labor y la entrega periodística difumina las hazañas del azúcar y sus ingenios por la etérea señal de la radio. Ojala esté equivocada cuando pienso en que tardarán años para que otro de los nuevos periodistas logre interpretar desde la redacción de su emisora el significado del ruido de las calderas, los escapes de vapor, el color del humo por la chimenea o cada pitazo de los cumplimientos…
No obstante, otros tendrán que aprender, porque Florida es un pueblo que defenderá por siempre un patrimonio industrial, con zafras, cañas y centrales; y será Florida de igual, un pueblo donde seguirá viviendo la tradición de la radio y la noticia, con periodistas como Humberto Guevara prestigiadores de un prensa, que al decir de martí, tiene altísimas misiones: explicar en la paz, y en la lucha fortalecer y aconsejar; ser proposición, estudio, examen y consejo, sin que sea aprobación bondadosa o ira insultante.
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