En el año 1853 nace José Martí, cien años después, en 1953 Fidel decide atacar la segunda Fortaleza militar más importante de Cuba con el propósito de pertrecharse de armas para la guerra definitiva contra el tirano. Un siglo de su nacimiento, el Moncada hace que Martí reviva en decenas de jóvenes que aprendieron de su verbo y de su inmenso amor por Cuba y la libertad. Pero las fechas y la historia nos develan otras coincidencias en torno al cuartel Moncada.
La Fortaleza comenzó a edificarse en el año 1859; fíjese, ¡Qué casualidad!, igualmente un siglo de diferencia respecto al triunfo definitivo de La Revolución Cubana la que encontró su principal programa de lucha justamente entre los gruesos muros y los calabozos de la segunda guarida más importante de los guardias batistianos.
Fue en julio, del año 1898, que el ejército español se rindió ante las tropas invasoras yanquis que ocuparon el cuartel santiaguero y negaron la entrada al general Calixto Garcías; fue también en el mes de julio la fecha escogida por Fidel para irrumpir en misión de combate en esta fortaleza, pretendiendo redimir la gloria de nuestros mambises.
El cuartel no siempre se llamó Moncada, en sus inicios, cuya construcción respondía a los cánones de la arquitectura colonial fue nombrado Reina Mercedes, pero casi medio siglo después de “honrar” de manera cuestionable a una dama, el patriota Guillermo Moncada es internado en sus calabozos. En virtud por lo cual, en el año 1909, le dieron el actual nombre a la Fortaleza, manera igualmente cuestionable de rendir honores a un hombre que luchó por la verdadera libertad.
Pero la cuenta en años se repite; el patriota Guillermo Moncada, tuvo que esperar medio siglo para que los guardias del cuartel se rindieran ante el Ejercito Rebelde y entrara victorioso, al frente de los revolucionarios, el comandante Raúl Castro, vislumbrando, por primera vez, que su nombre identificaría a mejor recinto.
Y cuando se iban a cumplir 107 años de que se levantaran los muros abominables de la fortaleza, se libró la primera batalla sin cadáveres, sin muerte, sin heridos, una batalla hermosa, que transformó al cuartel Moncada, sin sangre, en una ciudad escolar, donde la sonrisa agradecida de los niños hace que revivan las ideas de Martí a los 115 años de su caída en combate.
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Tomado de
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