jueves, 5 de agosto de 2010

Había una vez, una estrella que iluminó una pequeña casa de Florida…

En la  habitación, donde se acomoda una camita, un televisor, un sofá y dos butacas, dejando lugar a penas para una entrevista; donde la apariencia de las paredes y la estrechez del espacio, son evidencias de que el tiempo arranca a jirones la madera… aparece la sonrisa ingenua, que suele tenerse a los dieciocho años,  de Irisdaymi Herrera.

La joven morena  ilumina  la estrecha sala, con la sencillez  y la humildad que hace más grande a los campeones,  alcanzándose la suficiente claridad para  la perfección de una foto.

Ha llegado el equipo de televisión de la corresponsalía municipal de Florida, y una periodista le pidió, con la ternura que suele hablarle su mamá, que por favor le concediera una entrevista. La muchacha sintió ahora que además de ver en ella a una probable hija, esa mujer del micrófono, la estaba mirando con el orgullo de tener ante a sí a una  Campeona Mundial…

Frente a la cámara
Fue en Moncton, Canadá, este julio del 2010… “su primer salto en longitud no era como lo esperaba, estaba lloviendo y el reto de la competencia era difícil. En el equipo iban muy buenos atletas, ella en verdad quería la medalla de oro pero a la vez no creía que pudiera lograrla, por eso cuando hizo el salto final con una marca que sobrepasaba su average personal la agarró por sorpresa”.

Irisdaymi confiesa que “ella nunca pensó que iba a ser atleta, que le gustan muchos deportes pero en verdad no reparó nunca en el atletismo”. Cuando estaba en la escuela primaria José Martí, su entrenador Jorge Quesada, fue quien la introdujo en esto de los saltos y las carreras y casi le impuso apropiarse de las técnicas para ir a los juegos y las competencias pioneriles…. Pero, la pared, esa que maltrecha encierra la salita de su casa, comenzó a llenarse de medallas y diplomas… las hubo de bronce, de plata y también de oro.

Un título mundial es el mayor sueño de un atleta, mas, alcanzarlo es probabilidad para unos pocos…. Irisdaymi  adentra ahora la cinta por su cabeza y coloca la medalla en su pecho; el rostro ha perdido el asombro, porque la condecoración, que atrapa en sus manos como para que nadie dude de que es cierta, ya  no sólo forma parte del mundo de los sueños.

La  timidez y la aparente introversión de Irisdaymi Herrera  hacían dudar al primero de sus entrenadores de que  su alumna fuera la que se adjudicara la medalla dorada; nada más y nada menos que en el Mundial Juvenil que se estaba celebrando en la ciudad canadiense de Moncton. El simple hecho de que hubiera estado  en la selección que hizo Cuba para representar la bandera nacional en ese certamen internacional  ya era motivo de sobra para decir con orgullo "yo la descubrí en su aula de quinto grado y aunque la vi algo recogida estuve seguro de que  la muchacha tenía todas las condiciones para el atletismo”."Bueno,   la había visto llevarse un quinto lugar en el Mundial de Cadetes de Bresanone 2009".                   

El día de la competencia…

Irisay De La Rosa: observaba a su hija en el televisor… la vio saltar la primera vez y supo que se había quedado por debajo de su marca personal, pero las madres nunca esperan menos de sus hijos y ella confiaba en lo lejos que siempre supo saltar su muchachita. Cuando vino la segunda oportunidad encogió la fe entre sus brazos para acercarse más a la pantalla y entonces la vio saltar  rompiendo sus expectativas con ese 6.41m. “Imaginase qué orgullosa estoy, no tengo palabras para explicarle, sólo sé que en mi casa tengo ahora una campeona mundial que estoy segura  traerá muchas más victorias para Cuba.

Jorge Quesada: escuchó la noticia de que la que fue su alumna se había titulado con el oro… ¿Qué decir? “Es verdad que era muy tímida pero en la competencia coge apariencia de leona. Ella irá más lejos. Estoy seguro”

Amauri Valles: estaba en Santi Spíritus, la provincia donde vive, pero era como si estuviera en Canadá al lado de su novia… “él como atleta piensa lo mejor de ella… es buena pero es muy tímida y tampoco yo creía que iba a lograrlo… pero ahí está con el título de oro y sé que un día alcanzará una medalla olímpica que es la aspiración de todo atleta… por lo demás muy orgulloso de ser el novio de la campeona.

Irisdaymi se convirtió ese día en revelación y orgullo para su madre, el entrenador que la descubrió en un aula de la escuela a los diez años, y su novio… Se convirtió en medallista mundial e impuso con su salto,  más que una nueva marca personal,  otra huella que le pertenece a  una nación que impone su nombre en las estadísticas del deporte en el mundo.

Sin espacio para más

Han llegado los amigos del barrio, los directivos del deporte en su municipio, las mujeres de la organización femenina, los de los comités (otra agrupación popular)…  El equipo de televisión decide entonces salir para la calle porque han venido a entregarle unos libros, diplomas y el cariño de su pueblo…

La campeona les muestra su medalla y sonríe… yo no diría que ni tímida ni introvertida… le veo la seguridad y el deseo de prepararse para el salto de longitud más grande y largo del mundo. Por eso, mientras tanto, apago mi cámara de filmar, cierro mi agenda de notas y me dispongo a escribir un reportaje que he decidido empezar: había una vez una estrella que iluminó una pequeña casa de florida… Así comienzan todas las historias que tendrán un final feliz.

¿Qué cree Irisdaymi?

“Pronto estaré en el equipo nacional, me pondrán allí a pesar de mis 18 años, y me voy a esforzar mucho y sé que un día voy tener la medalla de oro en una olimpiada”

Me aferro a la seguridad de esta joven, a la confianza de su mirada, a la fuerza de su palabra, a la manera en que descubrió su futuro en el deporte  a la misma edad en que yo encaucé el mío en el periodismo.

Por eso, no renuncio al título de mi trabajo periodístico, que pudiera parecer cursi o infantil… no estará lejos el día en que Irisdaymi conquiste el final feliz que ella  prefiere para esta, su historia.
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lunes, 2 de agosto de 2010

Símbolo de amor y lealtad entre cubanos

Iniciaba el mes de agosto del año 1868 y dos jóvenes de la otrora ciudad de Puerto Príncipe, en la antigua provincia de Oriente en la Cuba de la colonia,  decidieron unir sus vidas y sus nombres. Desde entonces  suele, cuando los cubanos de toda la isla se reunen con cualquier pretexto, ya sean celebraciones o cónclaves laborales,  llamarle a toda camagüeyana por el nombre de Amalia, designación que ha devenido símbolo de  belleza, feminidad, lealtad…atributos que con orgullo llevan las mujeres de estos lares. Lo cierto es que de igual manera cada camagüeyana se distingue por tener como aspiración a un Ignacio de su tiempo y a su lado. La historia que comenzó hace 142 años inspiró esta crónica:

Amalia e Ignacio, historia más que leyenda.
De altar la manigua.   

Breves estancias y grandes ausencias tejieron la leyenda. El polvo y la manigua bautizaron la ceremonia de un amor pródigo en detalles y sin la cotidiana rutina de los rutinarios matrimonios. Juntos hubieran envejecido los amantes sino porque él era un soldado de la patria y ella abnegada esposa que entendía y compartía el ideal.

El amor de Ignacio Agramonte y Amalia Simoni iba y venía por los caminos en manos amigas que servían de correo; las urgencias de la insurrección impedían la correspondencia que ordenaban los corazones. Encuentros como suspiros, sobresaltos constantes, abrazos y despedidas sellaban la historia de esta pareja que no desaprovechó instante para tiernos presentes: pedacitos de maderas, que llamaban la atención por su rareza; semillas, frutos y hasta una paloma, que los tiros de una refriega hicieron caer atolondrada de un árbol en la manigua y que el patriota obsequió con esmero a su Amalia.

Juntos recibieron a sus hijos; en el monte le llegó a  Ignacio las noticias  y sin importarle la hora o la distancia partió a alcanzar el alumbramiento. Temeridad y osadía premiaba a la madre reciente que, por razones doble ahora, se angustiaba del peligro y el afán del enemigo por doblegar el sable camagüeyano.

“Tú no piensas mucho en tu Amalia, ni en tus dos ángeles queridos, cuando tan poco cuidas una vida que me es necesaria, y que debes también tratar de conservar para las dos inocentes criaturas que aún no conocen a su padre. Yo te ruego Ignacio idolatrado, por ellos, por tu madre y también por tu angustiada Amalia, que no te batas con esa desesperación que me hace creer que ya no te interesa la vida ¿No me amas? Además por interés de Cuba debe ser más prudente, exponer menos un brazo y una inteligencia de que necesita tanto ¡Por Cuba, Ignacio mío, por ella también te ruego que te cuides más!”.

Demandaba la dama un comportamiento que era imposible para el gallardo mambís. ¿Acaso ella pudo pensar en mesura y consecuencias cuando, hecha prisionera por el ejército español, un oficial enemigo le exigió escribiera a Ignacio la petición de renunciar a la revolución, a merced de la vida de los dos hijos y de ella misma? No tardó en solicitar que le cortaran sus manos antes de escribir desleal y traidor mensaje.

De altar sirvió la manigua para bautizar nuevas leyendas que encuentran  otros Ignacios y otras Amalias,  fundiendo en el ejemplo de este  amor  perdurable,  otras historias concedidas también en las breves estancias y las cotidianas ausencias que impone el cumplimiento de un deber.
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