viernes, 26 de agosto de 2011

“Mi Saoco” para Florida....

El Casino Español de los años 40, decidió financiar para la sociedad blanca de  Florida una presentación del Benny y su Banda. El salón, que prestigiaba a la ciudad por su céntrica ubicación frente al Parque  y a un lado de la carretera central,  concedería un baile para la aristocracia local con el ritmo contagioso de un  hombre cuya sonoridad de alma y cuerpo se imponía como bueno “a pesar de ser negro”.
Era el Benny, ese que nació en Lajas, la sureña y occidental ciudad de Cienfuegos; era el músico que se inició en la improvisación del son junto a su sillón de limpiabotas en el camagüeyano Vertientes; el que tuvo que meter sus brazos a carretillar en el almacén de azúcar del pueblo donde buscaba sustento para la familia. Era el hombre que no olvidó su origen ni pudo nunca soslayar los vejámenes que padecían los pobres y los de su raza. El casino le pagó para que le tocara su  música a los blancos y  con el mismo dinero puso a bailar también a los negros.
Cuentan las anécdotas que al otro lado de la carretera central, a solo unos metros del Casino Español estaba el Club de Los 30 que agrupaba a la sociedad negra de Florida. El Benny puso caliente la sala  y en los descansos de la orquesta y los bailadores atravesaba la calle para ejecutar allí, con su Banda, sus más rítmicas letras de manera gratis para los negros y los pobres discriminados.
Los Floridanos hacen correr estas memorias pero el pueblo evoca, sobre todo, al  Benny en “Mi Saoco” donde inmortalizó el nombre y la presencia de nuestra ciudad con ese sabrosísimo estribillo que dice Vertientes, Camagüey, Florida y Morón.

* El casino Español es hoy La Biblioteca Municipal. El Club de los 30 es la sede de la Cruz Roja.
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miércoles, 10 de agosto de 2011

Armada, sin malas intensiones….

Armada sin malas intensiones.
Una mujer con un fusil, una periodista sosteniendo un arma… son dos ideas que corren el riesgo de no ser bien interpretadas por la comunidad de mis lectores; por eso hace cerca de un mes que me cuestiono publicar y hablar sobre esta foto que acompaña hoy  a mis líneas.
Era una jornada inusual en escenarios supuestos. Era un intercambio profesional con hombres que simulaban la guerra y acciones de desgaste para minimizar las fuerzas de un ejército enemigo. Eran soldados del pueblo que se entrenaban en un ejercicio de las tropas regulares de la región militar.
Compartí en el monte sus experiencias, me deje picar por los insectos que más bien huían de uniformes sin lavar en días de campaña, comí el pan que hornearon  en la estufa de ocasión, almorcé sus almuerzos, bebí el agua de sus cantimploras y caminé con ellos kilómetros de escaramuzas y enmascaramientos… entonces, ¿Cómo no eternizar una imagen con tantas vivencias?
La tarea difícil era lograr una foto que dijera, informara, que multiplicara  sensaciones, que revelara la intensa jornada de una periodista que había decidido descifrar, en el terreno, eso  que desde que era una niña había escuchado en la escuela: “la mejor manera de preservar la paz es preparándose para la guerra”.
Los ejércitos se reservan el derecho de la discreción con las cifras, las locaciones, las tácticas… y para Cuba, tan cerca de un enemigo imperial, no es menos importante manejar esa ética militar. Por eso, se hacía tan difícil lograr una foto. Así se me ocurrió lo del arma, nada mejor para identificar el tema, y nada más difícil para conseguir.
¿Podrán creer que ninguno de los soldados me prestó su fusil para posar ante la cámara de filmación? Ya yo había visto que en ningún momento ni el más agotado de los hombres apartaba el arma de su cuerpo, ni siquiera para comer.
Mi compañero me lo advirtió: un soldado no da su arma a nadie, no te lo van a prestar. Más yo, vanidosa como casi todas las mujeres, confié en mis recursos femeninos. Mime las palabras, endulcé el movimiento de mis manos, moví los ojos con la gracia de  Betty Boop… pero nada, tuve que terminar yendo al almacén, concertando con el jefe y usando una de las que estaban en la reserva.
Y así surgió esta foto para acompañar estas líneas,  cuyo propósito es hablar de soldados que, en su entrenamiento, no descuidan el seguro de su fusil y evitan un tiro innecesario, de hombres que se aferran a su AK para que no se escape la bala e impedir que muera una periodista o un soldado inocente, para que no hayan hechos extraordinarios como oí decir entre la tropa, para no caer en el juego de los “daños colaterales” que se formulan con frecuencia en el mundo mediático sobre muertes  “no premeditadas”…
Esta foto, y estas líneas, hablan de soldados que reservan  municiones  para defender, no para atacar, de hombres que confían en que la paz no se gana con la guerra pero se preserva haciéndose fuertes para cuando el enemigo nos precise a combatir en la más cruel de las contiendas.
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lunes, 8 de agosto de 2011

CubaStation... sin ficción

Habanastation es hoy el suceso cultural, del mundo cinematográfico, más comentado y buscado por estos días; una película que vino como anillo al dedo a las opciones de recreación para el verano y el período vacacional de la mayoría en Cuba, sobre todo en localidades menos citadinas, donde casi siempre se vincula la distracción a la música, el baile y las fiestas.
Habanastation, como película cubana, atrajo la atención del público diverso, suerte que corre por generalidad la producción nacional de filmes cuya constante es una crítica singular y abierta a las limitaciones y dificultades de la vida de los cubanos y el desarrollo del país. Sin embargo es éste un cine diferente, más reflexivo, más tolerante con algunas verdades inevitables y más, diría yo, preciso en aceptar lo diverso, lo heterogéneo que para nada significa antagónico o ajeno.
El haber escogido el primero de mayo como fecha, contexto y hasta Leiv Motiv en la progresión dramática de la historia, me parece interesantísimo: un momento único y nacional que trasciende de la clase obrera para constatar  esa unidad que nos sostiene; un momento que se parece como ningún otro a la nación cubana, donde los tambores,   los ritmos, la alegría, las consignas y las creencias conviven y disfrutan por igual. Donde muchas Cubas, como bien el Dúo “Buena fe” desentrañó de la enseñanza de este filme, nos muestra una única y real Cuba.
Habanastation es la película de los valores que forja La Educación y La Familia cubanas, esos que han de aflorar aun cuando el hombre tenga una vida que lo haga pensar diferente, porque si la escuela es una, desde el oriente hasta el occidente del país, familias si son muchas…
Que nadie dude de que un exitoso artista, en Cuba, consagrado al progreso de su carrera, o un talentoso médico colaborador en diversos países, o un deportista conquistador de  preseas mundiales puedan darle a su hijo los avances más avanzados de la tecnología moderna. El dialogo entre Blanca Rosa Blanco y Luís Alberto García, en un  punto clímax de la historia, es revelador de que Habanastation nos está llamando a entender y aceptar estas verdades como nuestras sin que ello tenga una interpretación necesariamente contraria al socialismo de Cuba.
Otra tesis que no puede pasar inadvertida es que los dos protagonistas adolescentes escogen el camino del trabajo y el esfuerzo para solventar  el arreglo del PlayStation; decisión que surgió de un niño de un hogar marginal, bueno, en verdad la marginalidad no la expresó el hogar, sino  la casa y el barrio, a Carlitos le habían enseñado los valores más ricos que establece los márgenes del ser humano.
Si Habanastation  no fuera nuestra verdad, nada nos quedaría por hacer. Por eso sostengo, con buena fe, que Cubastation debió ser el nombre de este filme que al decir de Michael Moore es una película dedicada a  los valores en el mundo, sin ciencia ficción.
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