lunes, 22 de septiembre de 2014

Sonido para ver....


El oyente siempre imagina a sus locutores, a sus periodistas o escritores… cuando oye sus textos o sus voces por la radio los imaginan y le construye una apariencia que irradia  magia y misterio. Es posible que el oyente capte el estado de ánimo que embarga a su acompañante del micrófono y del sonido pero NO siempre es capaz de aquilatar las realidades que rodean a los que detrás de esa voz se preparan para dar los matices que la noticia necesita o la alegría que supone un programa de participación y de música.
Detrás, o mejor dentro de los predios de la emisora, son muchas las cosas que suceden que el oyente ni imagina. Por ejemplo, cierto día, minutos antes de que comenzara la trasmisión y cuando el himno nacional ya estaba al aire, el hijo, pequeño aún, de una de las locutoras se cerró en la cabina y no le permitía a los operadores del audio  acceder a las grabadoras para que comenzara el programa. Fueron minutos agonizantes, breves pero tan intensos que nadie en radio Florida olvida las gotas de sudor que corrieron por las frentes de todos. Claro, el oyente no se enteró porque la madre del pequeño cuando logró alcanzar el micrófono escondió para si toda la incomodidad y el susto que habían padecido.
Por supuesto esa y otras anécdotas hoy las cuenta el colectivo de Radio Florida en sus mejores momentos y se ríen a carcajadas de sus recuerdos…  porque también en la radio hay historias para reír. Se cuenta que por los setentas había un locutor que jocosamente deba la hora a los oyentes diciendo que eran las que marcaba el reloj grande y redondo de la zapatería de enfrente; pura imaginación que tal vez los oyentes acuñaban como fiel. De ese mismo locutor se cuenta que a través de micrófono en pleno programa musical le enviaba recados a la esposa para que recogiera la ropa lavada de los cordeles porque estaba el cielo nublado.
Así son los cuentos, pero la realidad es, que de un trabajo tan serio como la radio, los oyentes han creado un mito de amor y fidelidad porque agradecen la compañía de esas voces y de esos sonidos incorporándolos a la lista de sus más cercanas afectividades.
El mito de que la radio hace imágenes con el sonido es una hermosísima metáfora que resume todo el proceso de imaginación y ensoñación que la radio crea en quienes la escuchan, los que sin demasiado esfuerzo pueden ver a través de las palabras el entorno que envuelve cada noticia o mensaje.


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jueves, 11 de septiembre de 2014

Estirpe

Los demandantes habían llenado la calle principal frente al sindicato del central “Estrella” y llegó la guardia rural. Fue, durante el período de la II Guerra Mundial, en plena  huelga de los obreros cubanos contra la medida de congelar el precio del azúcar. Al pueblo de céspedes le llamaban Muscú chiquito por la intensa agitación comunista.
Entre palos y golpes los huelguistas comenzaron a correr  y la soldadesca se valentonó.  La gente sintió confusión, y hasta los del partido comunista echaron a correr para escapar de la golpiza, pero… Ramón emergió de corajudo entre los dos bandos y levantó la moral combativa porque “no había porqué aceptar  la medida del presidente Grau”.
Ramón había llegado al pueblito de Céspedes, con el nombre del hermano porque en Matanzas ya estaba quemado. Era guapo, corajudo… ese día llamó a capítulo y puso en punto de giro la pelea rescatando el sentido de la huelga. No tenía militancia pero apuntaba de rojo como si fuera todo un bolchevique. Por su bravura lo tildaban como Gallo de pelea y así lo recuerdan los más viejos del pueblo.
Sin embargo, ni en los listados de combatientes, ni en las páginas escritas de la historia del municipio aparece su nombre…. Ramón fue guapo y enfrentó los desmanes del gobierno más no lo hizo buscando premios ni condecoraciones; participó por su estirpe de luchador, de justiciero, de ideas que estaban claras, y,  por la certeza de que en manos de los valientes están las libertades y las victorias.
Ramón era mi abuelo, hace algunas horas alguien me contó la anécdota de su intrepidez en plena calle, de sus dimensiones ante la modestia, y… me sentí orgullosa. Esa es mi estirpe…. Y ya lo dice el refrán: de casta le viene al galgo.
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