lunes, 24 de febrero de 2014

Víctima del tiempo y esclava de la hora exacta.

Un día como hoy, recuerdo, mi mamá  compró  mi primer reloj de pulseras;  por supuesto, made in rusia, que era el origen de los productos del mercado por aquellos lejanos años  de 1975; y por supuesto también, todavía la rusa maquinaria… durísima como eran todas, trabaja con exactitud,  como si el tiempo irónicamente no pasara por él. Ahí está el dorado reloj en casa de mi madre precisándole la hora de digerir sus medicamerntos.
Un día como hoy, me habitué a llegar en hora en cada lugar… ¡Lástima, que mi primer reloj no tuvo el poder de concederme la virtud de llegar a tiempo en cada  momento! Quiero decir que tengo la sensación de llegar a destiempo con personas y sueños.
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lunes, 10 de febrero de 2014

Una foto para recordar...

Quise decirle a Adalberto que desde siempre he sido una admiradora de su música, que su orquesta es la que prefiero  si en materia de son se habla… se habla, acoto nuevamente, porque si se trata de bailar…, bueno, mejor sigo con el fenómeno comunicativo.
Quise decirle eso y mucho más  a El caballero, pero, me  senté  a su lado, hice mutis a  los elogios para el músico y comencé  a admirarlo desde el ser humano que es.
De momento me encontré frente a un hombre al que cree que su luz es la común luz de todos, para quien los destellos de la fama no son más que caminos donde  converger  hacia  otros hombres y mujeres de la cotidianidad y el anonimato. Al menos así lo vi mientras conversábamos en la peluquería de la televisión.
Estaba sentado con su cuerpo  diminuto, pequeño si lo comparo con la imagen que se me crea en la pantalla, sublimado  por su  orquesta y sus antológicos temas musicales.  Hablaba de Camagüey, de la ciudad que lo hace venir cada mes,  hacia donde su carro  sería capaz de encaminarse  aún sin que él  lo traiga de vuelta. Hablaba de Rumbatá…  de esos camagüeyanos que admira  por la manera peculiar de interpretar la rumba, hablaba de su alegría por dedicar un  concierto en la plaza de La caridad, su virgen idolatrada.
Hablaba  con la naturalidad con que mis vecinos cuentan  las cosas que suceden en el barrio, lo hacia desde la inmensidad de la modestia y la sencillez: cualidades que le hicieron más estrella y que desde hoy le siguen otorgando mi preferencia y admiración.
Y para que haya constancia, del  admirable momento en que viví, me hice tomar una foto con él. Nos pusimos uno al lado del otro  y descubrimos la coincidencia de colores en las ropas. Entonces, Adalberto bromeó: la nueva cantante del grupo… y yo  preferí ignorar su comentario, obvio  para quienes me han escuchado en la ducha de casa.







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