sábado, 15 de junio de 2013

¿Paternalismo o Maternalismo?...

Mi mamá constantemente  regañaba, todo el tiempo nos censuraba por las cosas malas, incluso abusaba de la crítica delante de cualquiera que viniera a casa. Era muy exigente, sin embargo, no era la que hacia los castigos; se limitaba a proponerlos y pasarle la queja  a mi padre.
Pero, si ella pedía respeto a gritos, mi papá sólo tenía que “virar los ojos”.
Un día mi hermano y yo estábamos fajados, literalmente fajados como dos púgiles en pleno patio, cuando mi padre llegó del trabajo. Traía, por pura coincidencia, unas mancuernas que tenían el destino de encadenar a los cerdos de mi abuelo. ¿Qué creen que pasó? Ambos terminamos mancornados por un buen rato de castigo.
En fin que cualquiera pudiera resumir que mi papá era de “madre”, mientras mi mamá era “paternalista”. Pero no, no siempre la verdad es la que se parece. 
Mi papá no nos permitía llegar tarde a clases, porque él tampoco se retrasaba ni un minuto para irse al trabajo. Nos exigía que la escuela fuera lo primero, porque para él lo era el central azucarero donde laboraba. Nos mostró el valor de la dignidad siendo él digno…. En fin que su autoridad, amen la historia de la mancuernas, siempre fue la fuerza del ejemplo, por eso no tenía ni que decir nuestros nombres para sabernos regañados, como les dije, solo le bastaba el lenguaje de la mirada.
Una asamblea de delegados del Poder Popular, de varias horas por cierto, me evocó este sábado la enmascarada historia de mi  papá “de madre” y mi mamá “paternalista”.
En los informes y asuntos tratados cada incumplimiento venía acompañado del nombre y apellido del incumplidor. Luego en el debate y análisis cada persona autentificada  debió exponer sus causas sin justificarse (como si una cosa no presupusiera la otra) y debió comprometerse a que las cosas señaladas, (que en varios casos no era la primera, ni única vez, en que incurrían en el mismo error), se solucionarían definitivamente.
La sesión de trabajo trascendió toda mi referencia vivencial, pues jamás presencié tanto harakiri “a lo cubano”, más no vi castigo o sanción por ningún lado. Vaya como una versión más socializada de la estrategia educativa de mi progenitora.
Y creo que es un método necesario, viable, aportador…, pero opino sinceramente que habrá que tener algunas mancuernas preparadas, o  sables con mayor alcance triturador porque ¿Cómo será la próxima asamblea cuando muchos de los que esta vez dejaron de incumplir vuelvan a ser identificados?
Claro, que para este castigo definitivo y aparentemente “de madre” será imprescindible que el castigador, o ejecutor, sea como lo fue mi papá que emanaba, sin cuestionamientos, la autoridad y la fuerza del ejemplo.
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