Consternada por la muerte de mi abuela, una simple mujer de grandes valores humanos que me los inculcó desde que abrí los ojos, supe el once de enero de 1980 la muerte de Celia, otra inmensa mujer de la que admiré otros tantos valores cuando comencé la escuela y mis primeras lecciones de historia.
Mi familia que lloraba por la pérdida de abue sufrió de igual la de la Heroína, porque Celia sin dudas era la preferida de todos los cubanos.
Nunca pude soslayar su presencia, por eso visité cinco años después su casa natal en Media Luna, donde se inició en la lucha clandestina y organizó acciones importantes, más tarde subí al Turquino por la sierra donde anduvo haciendo la Revolución e hice estancia de minutos junto al busto de José Martí, el que ayudó a subir hasta la cima involucrada con las doctrinas del maestro.
Celia, ya han pasado 32 años de la noticia de tu muerte, desde entonces te llevo conmigo en el pensamiento y en mis actos.
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Tomado de
Granma
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Hace 1 año
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