Ser un periodista cubano, vinculado a un medio cualquiera de publicación es un hecho que condiciona a los receptores de tu trabajo a creer absolutamente que lo que dices y piensas es a su vez condicionado por un temor a la represalia y la censura a "la verdad" verdadera; por supuesto la experiencia es más agresiva cuando publicas en las redes sociales.
Es muy dificil, para quienes se creen dueños de esta supuesta "verdad" aceptar que un periodista cubano escriba y diga por sus propias convinciones y principios (como es absolutamente mi caso), pues para muchos tener convicciones y principios revolucionarios es inverosimil y más bien una actitud simuladora.
Recientemente redacté una noticia sobre el inicio del proceso de nominación de candidatos a la Asamblea Municipal del Poder Popular en la localidad de Florida, generando un sin número de comentarios cuyo debate siempre resulta interesante y agradezco. Mas para quienes se esfuerzan en insisitir que la verdad es la que ellos ven, sin la más mínima posiblidad de que te asista la razón, quiero una vez más compartir con mis lectores un texto excelente de Martí escrito para La Edad de oro y que pertence a la lectura: "Un viaje por el país de los anamitas"
Cuentan un cuento de cuatro hindús ciegos, de allá del Indostán de
Asia, que eran ciegos desde el nacer, y querían saber cómo era un
elefante. “Vamos, dijo uno, adonde el elefante manso de la casa del
rajá, que es príncipe generoso, y nos dejará saber cómo es.”
“Los
ciegos son santos”, dijo el rajá, “los hombres que desean saber son
santos: los hombres deben aprenderlo todo por sí mismos, y no creer sin
preguntar, ni hablar sin entender, ni pensar como esclavos lo que les
mandan pensar otros: vayan los cuatro ciegos a ver con sus manos el
elefante manso.”
El secretario del rajá los llevó adonde el
elefante manso estaba, comiéndose una ración de treinta y nueve tortas
de arroz y quince de maíz, en una fuente de plata con el pie de ébano; y
cada ciego de echó, cuando el secretario dijo “i ahora!“, encima del
elefante, que era de los pequeños pero regordete: uno se le abrazó por
una pata: el otro se le prendió a la trompa, y subía en el aire y
bajaba, sin quererla soltar: el otro le sujetaba la cola: otro tenía
agarrada un asa de la fuente del arroz y el maíz. “Ya sé”, decía el de
la pata: “el elefante es alto y redondo, como una torre que se mueve.”
“iNo es verdad!“, decía el de la trompa: “el elefante es largo, y acaba
en pico, como un embudo de carne.” “iFalso y muy falso”, decía el de la
cola: “el elefante es como un badajo de campana!” “Todos están
equivocan, todos; el elefante es de figura de anillo, y no se mueve”,
decía el del asa de la fuente. Y así son los hombres, que cada uno cree
que sólo Io que él piensa y ve es la verdad, y dice en verso y en prosa
que no se debe creer sino lo que él cree, lo mismo que los cuatro ciegos
del elefante.
Díaz-Canel: Es hora de comprender y emplear todos los recursos de la
comunicación social
-
Tomado de
Granma
Este proyecto no está escrito en piedra, como no puede estarlo nada
relacionado con la comunicación social en la veloz época que v...
Hace 1 año
0 comentarios:
Publicar un comentario