Mi primogénita imagen fue hecha en una competencia de equitación en una unidad militar del Ejército Oriental. Para la foto seguí cuidadosamente las instrucciones del encuadre y el propósito informativo del texto que luego acompañaría; en el laboratorio de revelado observé cada paso del proceso para que al final fuera publicada.
La instantánea, en blanco y negro, había alcanzado perpetuar el momento justo en que uno de los jinetes saltaba la barrera y el animal alzaba sus patas delanteras hasta altura del pecho. A mi juicio una buena foto.
Fue ésa la constancia de que había aprendido a utilizar una importante herramienta del periodismo, con la que solemos persuadir a los que sólo hacen fe con la vista. Orgullosa mostré la foto a cuanto familiar o amigo me fue posible, siempre buscando que desentrañaran las habilidades de la fotógrafa. Más, todo el mundo, terminaba elogiando al caballo…
La gráfica con que acompaño este texto, es en cambio, la última de mis fotos. La tomé en pleno ejercicio de la profesión, cuando visitaba la finca La maravilla, unas 26 hectáreas dedicadas a la explotación del ganado mayor, y, muy particularmente al desarrollo equino.
La fotografía muestra a mi camarógrafo que, una vez terminada la filmación de las imágenes para el reportaje televisivo, decidió probar por sí mismo la calidad y el trote del animal que con humildad, minutos antes, nos había elogiado su dueño. Y yo quise confirmar mis habilidades con el lente.
En esta ocasión, sin embargo, no pretendo al exponer mi obra una evaluación técnica, como quise aquella primera vez… pido solo que miren la hermosura del animal, el cual llamó la atención a mi compañero de trabajo, pues, la salud de este ejemplar es evidencia del cuidado que Isidoro Domínguez tiene con sus bestias: un hombre al que le dedicaré mi próximo poster en Caminos y Andares, por su afán en demostrarnos que Camagüey sigue siendo una buena zona ganadera y que, cuando el hombre sirve, el trabajo da provecho.
Y para todo el que exclame como la primera vez ¡Qué caballo!... debo hacer la salvedad de que, esta vez, el animal no es macho sino hembra.