Una locomotora de vapor es sin dudas una imagen imponente… ¡La vaca prieta!... ¡El toro embestido!, así gritábamos los muchachos mientras le caíamos atrás… ella por el camino de hierro, nosotros queriéndole acompañar cuando a penas nos dejaba su rastro de humo.
La imagen era común para los que vivíamos cerca del central y a la orilla de la línea por donde la vieja locomotora trasladaba la caña, sobreviviendo a las más modernas. Pero para Antonio Guerrero, un muchacho que solo conocía de ellas en los libros de la escuela vocacional en la capital del país, y que cuando viajaba en tren sabia que las mole de hierro ya se movían con Diesel, le fue más que impresionante ver, por su propios ojos, una máquina de vapor, esas que fueron las originales, por donde empezó casi todo el desarrollo de la modernidad y el ferrocarril. Y fue como si la imponente imagen lo retara a ser tan grande como ella.
En el Batey del central Argentina del municipio de Florida, Antonio, el Héroe prisionero injustamente en cárcel norteamericana, fue donde compartió por primera vez la visión del “Toro embestido”. Así lo recuerda María Del Carmen López Rodríguez, hermana de Manuel un gran amigo de Tony.
Guerrero visitó a Florida en tres ocasiones. “En el 1976, era la primera vez que él viajaba hacia el interior del país. Se impresionó mucho con los cañaverales, las industrias azucareras y las locomotoras de vapor. Visitó también las áreas del central Ignacio Agramonte y conoció a muchas familias”.
“Volvió en 1977, cuando estaba de paso por Baraguá, (antiguo central Ecuador), con el objetivo de recaudar fondos para el XI Festival Mundial de La Juventud y los Estudiantes en la limpia de caña. Y la próxima vez fue en enero del año 1985, cuando quiso sorprender al amigo, que se encontraba ocupado con los trabajos de su tesis de grado”.
“Manuel y Antonio se habían conocido a principios de la década del 70, vivieron en el mismo dormitorio en el reparto capitalino de La Coronela, y practicaron deportes preferidos como el fútbol, béisbol, ajedrez, voleibol, pesas y hasta lucha libre. Luego marcharon juntos hacia la antigua República Socialista Soviética de Ucrania para sus estudios superiores en carreras diferentes y la lejanía de la patria afianzó los lazos de amistad entre ambos jóvenes”.
Tony quedó en el corazón de una familia Floridana cuando la sencillez de su carácter, su cordialidad y la firmeza de principios eran suficientes para arrancarle a cualquiera el amor más profundo.
Ni María del Carmen, ni su amigo Manuel, ni Juana Rodríguez Linares, la madre de los dos, pudieron imaginar en ese entonces que la fidelidad y la admiración que ellos le profesaran a Tony iban a ser las que toda Florida y Cuba les ofrecerían al Héroe, porque hijos como Tony nos convocan y nos precisan a vivir sin descanso, hasta que la justicia y la verdad nos lo devuelvan a casa.
La imagen era común para los que vivíamos cerca del central y a la orilla de la línea por donde la vieja locomotora trasladaba la caña, sobreviviendo a las más modernas. Pero para Antonio Guerrero, un muchacho que solo conocía de ellas en los libros de la escuela vocacional en la capital del país, y que cuando viajaba en tren sabia que las mole de hierro ya se movían con Diesel, le fue más que impresionante ver, por su propios ojos, una máquina de vapor, esas que fueron las originales, por donde empezó casi todo el desarrollo de la modernidad y el ferrocarril. Y fue como si la imponente imagen lo retara a ser tan grande como ella.
En el Batey del central Argentina del municipio de Florida, Antonio, el Héroe prisionero injustamente en cárcel norteamericana, fue donde compartió por primera vez la visión del “Toro embestido”. Así lo recuerda María Del Carmen López Rodríguez, hermana de Manuel un gran amigo de Tony.
Guerrero visitó a Florida en tres ocasiones. “En el 1976, era la primera vez que él viajaba hacia el interior del país. Se impresionó mucho con los cañaverales, las industrias azucareras y las locomotoras de vapor. Visitó también las áreas del central Ignacio Agramonte y conoció a muchas familias”.
“Volvió en 1977, cuando estaba de paso por Baraguá, (antiguo central Ecuador), con el objetivo de recaudar fondos para el XI Festival Mundial de La Juventud y los Estudiantes en la limpia de caña. Y la próxima vez fue en enero del año 1985, cuando quiso sorprender al amigo, que se encontraba ocupado con los trabajos de su tesis de grado”.
“Manuel y Antonio se habían conocido a principios de la década del 70, vivieron en el mismo dormitorio en el reparto capitalino de La Coronela, y practicaron deportes preferidos como el fútbol, béisbol, ajedrez, voleibol, pesas y hasta lucha libre. Luego marcharon juntos hacia la antigua República Socialista Soviética de Ucrania para sus estudios superiores en carreras diferentes y la lejanía de la patria afianzó los lazos de amistad entre ambos jóvenes”.
Tony quedó en el corazón de una familia Floridana cuando la sencillez de su carácter, su cordialidad y la firmeza de principios eran suficientes para arrancarle a cualquiera el amor más profundo.
Ni María del Carmen, ni su amigo Manuel, ni Juana Rodríguez Linares, la madre de los dos, pudieron imaginar en ese entonces que la fidelidad y la admiración que ellos le profesaran a Tony iban a ser las que toda Florida y Cuba les ofrecerían al Héroe, porque hijos como Tony nos convocan y nos precisan a vivir sin descanso, hasta que la justicia y la verdad nos lo devuelvan a casa.
Manuel López Rodríguez reside actualmente en Kiev y nunca imaginó que la vida le pondría en el camino tener que defender sin descanso a uno de sus mejores amigos. |
María Del Carmen López Rodríguez recuerda que supo por cartas de su hermano Manuel los premios en poesía y en afiche que Tony ganara en Ucrania. |
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