Estaba embarazada. El vientre anunciaba
movimiento y el cuerpo le traía señales de una nueva vida. Nadie podía
asegurarle lo que presentía pero los indicios que brotaban de sus senos le
confirmaban otra maternidad.
No había dudas, llevaba dentro un hijo del único
hombre conque hacía el amor. Pocos sabían de esa relación pero nadie se creería
el cuento del espíritu santo, sobre todo porque ella ni siquiera era virgen
como la madre María.
Y si no fuera que vio la diminuta masa sangrienta
del aborto hoy creería en el milagro… pues el hombre que debió embarazarla le
confesó su irremediable infertilidad.
0 comentarios:
Publicar un comentario