Las beligerancias suponen siempre bandos contrarios y los adversarios tejen tácticas encaminadas a la aniquilación. Dice la práctica popular que en una guerra vale todo ¿Podría entonces pensarse en lealtad del enemigo?
Poco antes de la entrevista de Antonio Maceo con Martínez Campos en Los Mangos de Baraguá, el ya ascendido a Brigadier General, escribe una carta a Flor Crombet como respuesta al pretendido complot para asesinar al más hábil General del ejército español. La propuesta era que Maceo trancase a Martínez Campos el día de la conferencia, cuando lo supo, llenándose de indignación escribió que “aquellos que quisieran proceder mal con ese señor, tendrían que pisotear mi cadáver: no quiero libertad, si unida a ella va la deshonra”.
A esta carta tuvo luego acceso Martínez Campos, quien el 29 de abril del 78 escribió a Maceo expresándole que “los sentimientos caballeresco que en ella manifiesta Usted anatematizando un proyecto contra mí, me han impresionado vivamente, y desearía tener ocasión de estrechar la mano de Usted como amigo, pues ha sido enemigo leal”.
La ocasión se presentó el 9 de mayo cuando el Brigadier General abandonaba la Isla, en misión destinada a levantar recursos entre la emigración y que aceptó por disciplina y porque creyó preciso esperar a mejores condiciones para la guerra necesaria.
Martínez Campos ofreció un almuerzo de despedida al egregio guerrero, cerca de San Luis, Oriente, tal y como había augurado el general español. Maceo extendió la mano, no obstante, tras agradecer las atenciones recibidas, queriendo dejar bien diafanizada su situación, añadió: “como no quedo comprometido, el día que pueda volver, volveré”.
La actitud de lealtad al enemigo que elogiará y respetara Martínez Campos en el Titán de Bronce, no fue la de otros generales españoles como Camilo Polavieja, que a pesar de haber estado también en Baraguá y equiparado las dimensiones del caballero mambí, fue cómplice de un intento de asesinato a Maceo en Kingston (1880), acción precedida de otros cincos fraguados por autoridades de la colonia desde 1870.
A Polavieja le escribió Maceo que de nada serviría que a él lo asesinaran pues “exterminados los cubanos, la idea de independencia haría insurrecto a los peninsulares”.
Este concepto de la lealtad en función de la honra definió al Titán aún más entre sus amigos y compañeros de guerra. Ejemplos hay miles, pensemos al menos en La Mejorana, donde a pesar de tener criterios diferentes a los de Gómez y Martí primó en los tres la necesidad de la unión por encima de las disensiones, aunque se tuviera la voluntad, al mismo tiempo, de tratar de hacer prevalecer el punto de vista de cada cual.
Hubo diferencia en La Mejorana, hubo disenso, hubo disputa fuerte, pero se mantuvo la ética del respeto al liderazgo y a la condición incuestionablemente revolucionaria del otro. Esa fue la grandeza, honradez y pureza entre dirigentes decididos a alcanzar el objetivo de la república independiente, y entre hombres de carácter firmes y conscientes de su valía y de su representatividad.
Esa conducta moral, de respeto al compañero del bando y de ideas, de jugar limpio incluso con el enemigo, fue botón de gloria en Maceo y Martí, valores que debemos sostener siempre los hombres y mujeres que pretendemos libertad con honradez.
Fuentes:
“Maceo y Martí” de Cintio Vitier.
“La protesta de Baraguá” de César García del Pino.
“Otro acercamiento a La Mejorana” de Pedro Pablo Rodríguez.
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Tomado de
Granma
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